Crítica por Juan Martins (Destacado critico de Venezuela) de EL CANTO DE LA OVEJA


El canto de la oveja

 El canto de la oveja, escrita y dirigida por Omar Aita, una coproducción exclusiva delFestival de Artes Escénicas «Buenos Aires Gran», ha mostrado la posibilidad de cómo reunir talento desde la periferia de la ciudad de Buenos Aires (en tanto se separa de los centros de comercialización del teatro de la ciudad) para constituir el conjunto de una experiencia estética que logra consolidar el discurso escénico en la relación con un grupo de actores entregados al oficio desde el discurso y el rigor de la disciplina.  La coherencia actoral viene dada por el ritmo de la propuesta: a partir de pocos recursos se define esta composición actoral que mostró conocer las razones del discurso que propone Omar Aita, tanto como escritor y director de la misma. Encontrar una relación propicia entre ritmo, estructura y cadencia (siempre que los actores y las actrices «interpretan» el texto dramático en función de ese discurso de la puesta en escena) con la que organizan el espacio escénico y lo reducen al carácter de tal interpretación. Éste, el espacio escénico, edifica la posibilidad de que el público participe de la cercanía con la que se dispuso: el público era parte de la representación, conformaba un conjunto sólido de «visitantes» en una «casa de velatorios», donde se compone el relato teatral. De alguna manera formamos parte de la propuesta: nuestra cercanía con los actores y actrices nos contenía en esa casa cuando la dinámica de los diálogos nos comprometía a su vez con el discurso del drama. Es decir, la tensión del discurso se sentía con la misma intención con la que participábamos. Escuchamos, sentimos su oratoria al ritmo del parlamento, por lo tanto, la vocalización del drama nos contenía en esa relación orgánica de la actuación. Y para alcanzarlo, cada tratamiento del texto nos conducía en la representación. Por tanto, habría que delimitar el uso del espacio escénico, en tanto al espacio escénico propiamente dicho y el nivel de las actuaciones por otra parte. Ambos niveles del discurso se reúnen en un montaje placentero, en el que el divertimento estuvo acorde a la estructura del texto dramático, por lo demás, muy bien compuesto en cuanto a su estructura. Así que sería por lo mismo una exigencia más para el grupo de actores. Lo entendieron así. Y lo hicieron entender con dominio del oficio. Cada actor y actriz supo entender este compromiso con el texto y con su público, como si el contexto social y político de ese discurso fuera relevantes para nuestra memoria y la intimidad usada en esa relación nos acerca a este compromiso con la historia,  el país y la poética con la que se quiere representar. A partir de aquí el cuidado del texto: su cadencia, su ritmo, el giro de las voces, incluso, cierta caricaturización del personaje querían suscribirse a esta manera de entender al teatro. Cada quien como actor y actriz registró su comprensión del humor y cómo podía acercarse a un divertimento que no dejara en el público la sonrisa fácil, sino la reflexión, no la inspiración sino la conciencia de esa realidad escénica que se estaba creando, como ya dije, con la participación del público. El público es parte de esa receptividad del contexto político en el que se desarrolla el drama, lo sabemos. Pero se artificia mediante el humor las condiciones de los personajes para constituir ese lugar del drama: espacio-público-texto-actor. Una relación alienada a la mayor exigencia para el actor y se logra.  La constituyen. Se hace incuestionable porque el colectivo actoral lo condujo en su ritmo y la expectativa era sostenida en el placer que nos otorga las buenas actuaciones. A lo que hay que agregar que las actuaciones están sobre un mismo nivel a pesar de las diferencias profesionales. Es, para Omar Aita, un compromiso con la estructura, con el artificio de la actuación, permitiendo que lo estético dialogue con el discurso político. Es decir, ésta la obra, funcionaría, mediante el lenguaje del autor, en cualquier contexto diferencial y allí la solidez de lo alcanzado de acuerdo a cómo lo entiendo: constituir una poética de carácter irreversible y que pueda funcionar ante cualquier tipo de público. Un aspecto de localidad que se introduce en una problemática mayor: el contexto latinoamericano.
    La utilización del movimiento conducía una gracia hacia ese divertimento, como si los espectadores estuviéramos alucinando con el tiempo y la historia, puesto que en este uso de la actuación permite que los espectadores se conecten emocionalmente con el relato teatral. Esto quiere decir que el discurso actoral (y esto se evidenció en cada uno de ellos) trataba con los elementos bufos de los personajes a modo de introducir aquellos aspectos lúdicos y necesarios para entender la obra como una comedia inteligente y cuidada en la dirección escénica. Tanto así que el tiempo de la obra se nos acortó en el medio del placer y el divertimento que nos produjo. Tal caricaturización de los personajes adquiere diferentes matices en cada uno como para diferenciar lo grotesco con lo lúdico y lo gracioso con la gestualidad a modo de hacer entender que algunos recursos de la commedia dell’arte han sido utilizados para construir de esta obra aquella poética que lo define y le otorga éxito ante el público, ante el hecho de que el recurso estético no es más que una instrumentación del artificio actoral, liberando el peso conceptual para ofrecer a la audiencia, en cambio,  una comprensión de sus propios estados de ánimos. Esto, por una parte, y por la otra, está la formalidad con que cada actriz y actor dispuso este tratamiento en la construcción de su propia estética, siempre, dirigida a esa riqueza del teatro orgánico, donde el actor: su voz, su movimiento y su desplazamiento componen la teatralidad que tanto gusta al público y sobre todo (como ha sido en esa ocasión) cuando éste está cerca de los actores. Cada actor y actriz, insisto, lo artifició desde su poética y lo condujo a este nivel del discurso escénico por igual. Así que cada quien dispuso a su vez una gracia y una relación personal con este sentido del humor de la obra. Ha sido entonces excelente esa relación recurso-estética-calidad alcanzada. Necesitaríamos un seguimiento de cada actor/actriz en seguidas funciones para detallar en análisis. Espero tener la oportunidad de hacerlo.